sábado, 6 de septiembre de 2008

Corrientes y Esmeralda

el centro de Buenos Aires siempre me resultó deprimente. Las veredas angostas, el tono uniforme y gris de todas las paredes, las persiananas americanas.
es un laberinto que se encapricha en no tener salida.
ese microcentro se agudiza un sábado a media tarde, cuando llueve, no hay lugar para estacionar y todos los oficinistas parecen haberse esfumado.
las cajas de cartón se deshacen en el agua y se tapan las esquinas con papeles, telgopor y melancolía.
los cafés son oscuros, rancios los quioscos y las vidrieras encarceladas. Vendedores de ilusiones para chicos con mochilas, espejitos y alitas de ángeles rosados. Quedará algo de luz en las salas de los teatros, supongo...
5 grados. Calzada resbaladiza por lluvias. 90% de humedad. Alguien apretó demasiado el acelerador buscando llegar temprano para ver el partido de fútbol. Chocaron en la esquina.
huyo del tango que alguien baila en alguna parte de ese centro desvencijado. Porque estoy segura de que los bailarines tienen los zapatos rotos y sus tiempos pasados fueron mejores.
busco el mar, al Cristo Redentor, alguna piedra, un poco de río transparente. Los encuentro. Sólo cuando cierro los ojos.

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