domingo, 31 de agosto de 2008

adeus domingo, adeus

el domingo es el día en el que todos los ánimos se pasean por mis costillas. A la mañana una modorra cálida sacude mis sábanas y le pone gusto a mate al aire naranja de nuestra habitación. Me pierdo en los ojos de mi hombre, para siempre reposo en sus pestañas con forma de destino.
a la tarde los minutos se alargan. Se convierten en jardinería, búsqueda de trabajo o películas.
eso sí, cerca de las seis un acantilado de nostalgias queda siempre más cerca. Me refugio en la piel del hombre al que amo, y corro por su saliva, dispuesta a darle todos mis instantes.
la noche es soltarle la mano a la semana que pasó. Aprendo a hacerlo cada vez con más suavidad, como si nada.
y caigo en la cuenta de lo vital que es reparar en los detalles, en los rincones de los días. Porque cuando mi hombre no está, el domingo se afila y parece ser capaz de herirme. Hacemos las paces.
algo de ansiedad que desaparece con un poco de anestesia y buena música.
después de todo, mañana él vuelve a casa, y será otro día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay dos maneras en las que me despierto un domingo: o me levanto con resaca a las ocho de la noche porque volqué el sábado y termino desvelado la madrugada del lunes, o me despierto al mediodía con resaca en la cama de algún extraño.