Restos de tierra, grietas o el paso del tiempo.
Árido el barro donde apoyan los pies, las manos algo desechas. Las patas del caballo que hierven al calor del mediodía se ahogan en las matas, y reviven en los relámpagos del sol. La barda se insinúa a varios kilómetros y el borde del mar es un espejismo.
Huelen estas botas, piensa. Y aprieta la escopeta contra las costillas.
Le duelen los dedos por los hachazos. Lo incomodan en realidad las marcas de la soledad en su memoria.
Se detiene de a ratos y observa. El ceño fruncido por las arrugas de la sal en los poros.
El agua del tanque australiano donde se baña, viscosa y verde, ve pasar los días como un agujero. El molino a veces funciona.
La ruta queda a varios kilómetros. La tranquera es un borde desconocido.
No hay más luz que la del día y la de las velas rancias del primer cajón. El desierto como única compañía puede hacer que el silencio sea su única forma.
Exhibe la piel del gato montés que tragó las balas la tarde anterior. No huele el animal, sólo aparenta haber dejado la vida con algo de apuro.
Enseña una garra escondida en la parte trasera de las patas. Eso nadie lo sabe, dice. Sólo él y nosotros.
Algunas tardes, cuando las botellas del vino le galopan en las venas, se cae de la montura y duerme a la sombra de ramas secas. Por horas, hasta que los sueños dejan de apretarle las sienes. A nadie lastima con sus borracheras.
El cuero de la montura cruje y se rinde ante sus nalgas. Hace silencio otra vez. Desenfunda, apunta. No oculta su pulso desgastado. Le guiña el ojo derecho al aire celeste y dispara.
La espalda se arquea, el caballo brillante rebota en sus rodillas y otro gato se diluye en instantes.
Sonríe con los dientes más amarillos del almanaque. Dice algo de la buena puntería y de lo tanto que aprendió de su padre. Tan peón como él.
Cuando el sol deja de herirlo en las pupilas los alambres de púa se mantienen intactos. Cambian sólo las formas de la lana que dejan las ovejas como testigos inútiles de sus migraciones.
Ensilla a su caballo con esa costumbre que pone en peligro la sorpresa de cualquiera.
Sonríe. Las botas siguen espantando a los bichos. Su imagen no es más que una sombra encaminada al final del la línea del horizonte. Un espectro que logra poner en duda la existencia de un hombre tan solo como una fábula.
viernes, 6 de noviembre de 2009
martes, 3 de noviembre de 2009
por qué escribo
Me tropiezo, me rompo y me vuelvo ausente, abismal, peligrosa.
No hay nada en mí que dé señales de un mundo o alguna historia. De alguna fábula siquiera, que sea distinta a las demás.
Cuando los días me tragan parezco un maniquí articulado en una caja de cartón exiliada. No sé dónde. Y me olvido, me raspo, arremeto contra los paredones de huesos que no son más que mi propio cuerpo.
Si me olvidan, si me dan indeferencia, si me ganan la partida de la sinceridad, si sobreviven igual. O si me dejan con los poros abiertos y sedientos de sal, me caigo, me desmenuzo, me hago de aire.
La pena por mi sensiblería me estaca en la arena. Pero si intentara contener la corriente de impulsos me rompería la piel.
Si escribo es para no vaciarme, o para rellenar algo. Tal vez por ambas cosas. Cada letra será el aviso para no tropezar, una muerte escrita, un espacio para no desaparecer.
Escribo para que no me olviden. O para que se mueran conmigo. Para perdonar a quienes me hicieron lamer los rincones del rencor, para los que puedan hacerlo.
Al menos cuando escribo los días no me tragan y me hago de carne, y me reconozco. Esquivo golpes y me curo de a poco.
El mundo que fluye es diferente a los otros. Y se nota. Y es fábula, historia que se muestra más en cada minuto que queda atrás.
La inocencia no resucita cuando escribo. Pero apenas puedo ver lo que viene detrás. De la ingenuidad ya me despedí sin pañuelos que se agiten en el borde del muelle.
Inspira la gente. Con sus vidas en espiral y las cabezas ajenas. Y cuando escribo la calle me transporta, no me aplasta. Y mi vida se resiste a ser un círculo.
Cuando escribo todavía entiendo que esa resistencia es una buena historia para contar.
No hay nada en mí que dé señales de un mundo o alguna historia. De alguna fábula siquiera, que sea distinta a las demás.
Cuando los días me tragan parezco un maniquí articulado en una caja de cartón exiliada. No sé dónde. Y me olvido, me raspo, arremeto contra los paredones de huesos que no son más que mi propio cuerpo.
Si me olvidan, si me dan indeferencia, si me ganan la partida de la sinceridad, si sobreviven igual. O si me dejan con los poros abiertos y sedientos de sal, me caigo, me desmenuzo, me hago de aire.
La pena por mi sensiblería me estaca en la arena. Pero si intentara contener la corriente de impulsos me rompería la piel.
Si escribo es para no vaciarme, o para rellenar algo. Tal vez por ambas cosas. Cada letra será el aviso para no tropezar, una muerte escrita, un espacio para no desaparecer.
Escribo para que no me olviden. O para que se mueran conmigo. Para perdonar a quienes me hicieron lamer los rincones del rencor, para los que puedan hacerlo.
Al menos cuando escribo los días no me tragan y me hago de carne, y me reconozco. Esquivo golpes y me curo de a poco.
El mundo que fluye es diferente a los otros. Y se nota. Y es fábula, historia que se muestra más en cada minuto que queda atrás.
La inocencia no resucita cuando escribo. Pero apenas puedo ver lo que viene detrás. De la ingenuidad ya me despedí sin pañuelos que se agiten en el borde del muelle.
Inspira la gente. Con sus vidas en espiral y las cabezas ajenas. Y cuando escribo la calle me transporta, no me aplasta. Y mi vida se resiste a ser un círculo.
Cuando escribo todavía entiendo que esa resistencia es una buena historia para contar.
miércoles, 5 de agosto de 2009
la vida misma
no des por sentado,
ni creas ciegamente,
no confíes en que lo bueno dura para siempre,
ni le saques demasiado brillo a la fortuna
es mejor construir la vida ladrillo por ladrillo,
renovando suspiros, encerando risas y agradeciendo, siempre agradeciendo
es más sencillo ir delineándose el destino uno mismo, valorar con intensidad a las buenas personas que nos dan oportunidades, dejar que la corriente nos guíe, pero que no nos pierda entre remolinos
gracias, gracias y más gracias siempre, por hacerme encontrar en mis cinco sentidos a la vida misma
ni creas ciegamente,
no confíes en que lo bueno dura para siempre,
ni le saques demasiado brillo a la fortuna
es mejor construir la vida ladrillo por ladrillo,
renovando suspiros, encerando risas y agradeciendo, siempre agradeciendo
es más sencillo ir delineándose el destino uno mismo, valorar con intensidad a las buenas personas que nos dan oportunidades, dejar que la corriente nos guíe, pero que no nos pierda entre remolinos
gracias, gracias y más gracias siempre, por hacerme encontrar en mis cinco sentidos a la vida misma
viernes, 15 de mayo de 2009
libertad
euforia cuando sale el sol, y cuando se pierde en el otoño de las tardes de mayo.
ansiedad, alegría, desborde, latidos, hambre momentáneo, eso siento
el trabajo es un derecho que se disfraza de lujo. Lujo de poder vivir de mi profesión, de hacer lo que me apasiona, de aprender, de admirar, de pertenecer a un grupo de profesionales, de saber que si pudiera elegir volvería a ser periodista. Lujo que agradezco cada día cuando abro los ojos, cuando el mediodía me agarra desprevenida y cuando apoyo la cabeza en la almohada. Así como agradezco el amor.
sensatez, algo de insomnio, creatividad, canales, ideas, energía, eso tengo.
es un lujo tener trabajo. Y aunque no debería ser así, agradezco por poder acceder a este gran derecho.
y ojalá que alguna vez todos puedan vivir dándose el más grande de los gustos: TRABAJAR
ansiedad, alegría, desborde, latidos, hambre momentáneo, eso siento
el trabajo es un derecho que se disfraza de lujo. Lujo de poder vivir de mi profesión, de hacer lo que me apasiona, de aprender, de admirar, de pertenecer a un grupo de profesionales, de saber que si pudiera elegir volvería a ser periodista. Lujo que agradezco cada día cuando abro los ojos, cuando el mediodía me agarra desprevenida y cuando apoyo la cabeza en la almohada. Así como agradezco el amor.
sensatez, algo de insomnio, creatividad, canales, ideas, energía, eso tengo.
es un lujo tener trabajo. Y aunque no debería ser así, agradezco por poder acceder a este gran derecho.
y ojalá que alguna vez todos puedan vivir dándose el más grande de los gustos: TRABAJAR
Suscribirse a:
Entradas (Atom)